En las últimas dos semanas hemos ido viendo cómo nuestros hábitos han ido cambiando. Hemos pasado de vivir hacia fuera para hacerlo hacia adentro, en el sentido literal y, en muchos casos, metafórico también. La vida sigue, diferente, pero sigue. Hemos cambiado de formato, nada más.
En este nuevo formato vital, en el que seguimos esforzándonos (más si cabe) por dar lo mejor de nosotros mismos, me encuentro con diferentes actitudes ante una misma realidad. Están quienes siguen adelante con las mismas ganas (o más) que antes y quienes se han dejado arrollar por este halo que nos envuelve.
Esta situación me ha hecho recordar un fragmento extraído del libro ‘La buena crisis’, de Álex Rovira, que dice así:
“Una hija se quejaba a su padre de las dificultades que envolvían su vida. No sabía cómo seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que, cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre, chef de cocina, se llevó a su hija a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre un fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una de ellas colocó zanahorias, en la otra sumergió huevos y en la última, granos de café. Las dejó hervir sin pronunciar palabra. Su hija esperó con impaciencia, preguntándose qué pretendía su padre. A los veinte minutos, el padre apago el fuego. Sacó las zanahorias y las dispuso en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en un plato. Finalmente, coló el café y lo introdujo en un tercer recipiente.
Mirando a su hija le dijo:
– ¿Qué ves?
– Zanahorias, huevos y café – fue la respuesta.
Le pidió que se acercara y tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Era un huevo duro. Le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente la hija le preguntó:
– ¿Qué significa esto?
Él, entonces, le explicó que los tres elementos habían sufrido la misma adversidad, el agua hirviendo, pero que la reacción de cada uno había sido distinta. La zanahoria estaba dura antes de llegar a la olla, pero después de pasar por el hervor se había vuelto débil y fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido, pero, tras someterse a las altas temperaturas, su interior se había endurecido. Los granos de café, sin embargo, eran únicos: después de cocer, se habían vuelto líquidos.
– ¿Cuál eres tú? – preguntó a su hija- cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria, que parece fuerte pero cuando el dolor le toca se vuelve débil y pierde su fortaleza? ¿Eres un huevo, que poseía un espíritu fluido pero se ha vuelto duro y rígido? ¿O eres como un grano de café, que cuando las cosas se ponen peor, reacciona bien y hace que las cosas a su alrededor mejoren?”
No se puede cambiar el mundo. Pero si se puede contribuir a construir un entorno mejor, más responsable, más respetuoso, más creativo, con menos miedos, más capaz, más feliz. Porque las personas tenemos un potencial mucho mayor del que muy a menudo creemos. Y porque todo esto tiene un valor incalculable.
#LibroRe-evolution: ‘La buena crisis’, Alex Rovira (Aguilar)
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